jueves, 24 de junio de 2010

Vivo en mi cuarto de baño, por Victor A. Vergara

Hoy tenemos la suerte de leer un relato que un amigo me ha prestado para el blog.
Vivo en mi cuarto de baño. Hace algunos años decidí que era lo mejor para escapar del mundo. A pesar de conocer mucha gente nunca me sentí parte de nadie. Pensé que tal vez el mundo no estuviera hecho para mí.
Durante el día me miro en el espejo durante horas. La vista se me cansa y veo borroso, se me tuerce y temo que no recupere el rumbo. Por las noches salgo de mi encierro voluntario y busco por la casa las cosas que me hacen falta. Saqueo la cocina, tomo prestados algunos libros. Al principio se escuchaban gritos pidiéndome explicaciones. Creo que ya se han olvidado de que existo. Duermo en la bañera, con un montón de toallas apiladas a modo de colchón. A veces comparo mi vida con la de los animales del zoológico, pero sin visitas. Vivo por la inercia del hambre que me induce a buscar comida.
En el mundo me pegaban. Creo que planeaban cómo destruirme. Me encerré aquí por el miedo a no existir, el miedo a algo parecido a un sueño eterno. Nunca comprendí cosa posible.
Me entretengo también pensando que alguien viene a visitarme. Tengo la foto de una mujer que despierta en mí cierto placer. La pongo en el poyete de la bañera y le pregunto qué tal el día. Imagino un jefe con caspa que la tienta, unos compañeros a veces amables. Imagino que me dice te echo de menos. Algunas noches, antes de dormir, le pido que se quite la ropa. Puedo imaginarle una ropa interior diferente cada día. Después sale de la foto y me acompaña en la bañera. No me gusta contar lo que sucede a continuación.
Cuando intento recordar la vida fuera de estas paredes todo aparece desdibujado, lleno de sombras. Me horroriza pensar que he hecho algo mal; puede que sea otra de las razones por las que me fui, no estoy seguro. Mi laberinto es un cuarto de baño que no tiene bifurcación alguna. Como el mundo. Puede que para estar aquí, derrapase en algún pensamiento, alguna de las curvas de mi cerebro. Todos estos pensamientos se acaban cuando recuerdo qué hora es. Escucho voces todos los días. Yo las niego una y otra vez, no puedo aceptar esa realidad. Me siento por encima de todos ellos.
Victor A. Vergara

1 comentario:

  1. Mmmm...interesante...ya sabes que tengo mucha querencia por las voces interiores "torturadas", y esto es un estupendo ejemplo. Felicidades a Víctor por su relato.

    Y un besote para tí.

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